Catecumenal. Catequesis
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   Catequesis catecumenal se ha dado en llamar, a pesar de la redundancia fatigosa, al sistema de educa­ción de la fe que se organiza y desarro­lla con determinadas variables de responsabilidad y compromiso, para aproximarlo al estilo de los catecumenados de los primitivos cristianos.
   Se habla de acción catecumenal cuando se alude a ejercicios o actos en  estilo dinámico, comunitario, espiritual y convivencial. Y se dice actitud catecumenal cuando se hace referencia a sentimien­tos, disposiciones o preferencias eclesiales en esa misma dirección, pero desde la responsabilidad bautismal de los adultos conscientes y responsables.
  Los rasgos de esta catequesis pueden resumirse en los siguientes:
    - Desarrollo prioritario y revitalización de los valores bautismales: conciencia de conversión, compromisos de vida virtuosa, acogi­da de la Palabra de Dios, descubrimiento de la comunidad como referen­cia prioritaria, valora­ción de la acción del Espíritu Santo y de sus dones, intensa vivencia de la liturgia eucarística.
   - Intento de superar el simple rito del agua bautismal por las dinámicas más conscientes y responsables de la conversión a una vida más evangélica.
   - Desarrollo de la conciencia de pertenencia al grupo en el que se recibe el Bautismo, o de la renovación de las promesas bautismales.
   - Valoración preferente de la libre elec­ción de esa pertenencia eclesial y adap­tación de la propia vida de fe a esas exigencias.
    La catequesis bautismal se ha divulga­do preferentemente en ambientes cris­tianos selectos o minoritarios: grupos cate­cumenales, comunidades de base, movimientos pentecostalistas, etc.
  ­ Ofrece la ventaja de fomentar mayor sensibilidad espiritual y la entrega más libre o coherente a la vida de fe y de caridad evangélicas.
   Tiene el rasgo discutible de promover más la parte afectiva (sentimientos, ad­hesiones, afectos) que la parte intelectual (bases teológicas, criterios, actitud crítica y reflexión) en los planteamientos religio­sos consecuentes.
   Y cae a veces, no siempre, en el error de presuponer una Iglesia paralela a la Iglesia formal: parroquias, diócesis, tradiciones, dimensiones sociales en países o ambientes sociológicamente cristianos, lo que suscita una impresión de ruptura o al menos de alejamiento y, en ocasiones, algún tipo de conflicto administrativo con la jerarquía de la “Iglesia formal”.
   Estas preferencias reflejan algunos rasgos significativos: que se toman en serio los compromisos bautismales, que se postula conciencia de elección libre, pero también dependiente del grupo, que se genera desconfianza de los simples ritos.
   En los ambientes que la promueven abundan los gestos compartidos entre los miembros participantes y se realizan planes de formación y ambientación hábilmente perfilados por los dirigentes o animadores. La solidaridad y la afectividad priman sobre la doctrina teológica, aunque difícilmente es aceptado por los promotores  el hecho se dé la preferencia a las relaciones afectuosas sobre las inquietudes intelectuales, sociales o teológicas.
   Tiene también de positiva esta catequesis que la vida eclesial de los participantes se apoya en una sensibilidad comunitaria prioritaria, no sobre la preferencia personal o individual, lo que hace que estas actitudes con frecuencia se desarrollen en grupos peque­ños, solidarios, con grandes pretensiones espirituales más que intelectuales, con peculiares interpretaciones de los textos evangélicos y en ocasiones con gestos de alejamiento de la Iglesia jerárquica, por considerar­la ajena o distante de la dinámica pen­tecostal.
   Nada obsta doctrinalmente a que esta forma de vivencia cristiana se desarrolle y se promueva, mientras no haya otras intenciones larvadas en los dirigentes, como pudieran ser intereses sociales, económicos o eventualmente aristocráti­cos que convirtieran los actos religiosos en tapaderas de realizaciones menos religiosas. Si esto existiera no sería honesto invocar estilos inspirados en los Hechos de los Apóstoles, entre los libros bíblicos, o en escritos primitivos admirables como es la Didajé.